Frías decisiones

A ver, vámonos por partes.

No está a discusión que los hechos violentos antes del Clásico Regiomontano son reprobables. No estoy segura de que a esos seres se les pueda llamar humanos.

Tampoco está a discusión: esos seres no representan a la afición regiomontana, a la llamada “mejor afición de México”. Ellos pertenecen a las barras; la gente civilizada que gustamos de ir al estadio a ver un partido de futbol -bueno o malo-, -con amigos y/o familia- nos comportamos, nos respetamos, convivimos y nos divertimos. Y ésta sí es la afición.

Es innegable que el futbol es un deporte que genera pasión, euforia, amor a una camiseta. Eso nos hace aficionados. Pero, nosotros no estamos dentro de la cancha. Nosotros no jugamos, sólo apoyamos. ¿En dónde es que perdemos nuestra capacidad de razonar y no enojarnos sobre algo que tenemos cero control?

El nivel de los sucesos con las famosas barras ha ido escalando. Desde hace años, sabemos su funcionamiento, como también sabemos que los equipos saben quiénes son los integrantes de las barras de sus equipos. Siguen sucediendo casos y hasta ahora no hemos visto ninguna acción al respecto.

Yo en lo particular siempre me he preguntado, ¿cuál es el fin de las caravanas? ¿A quién le importan? Estoy segura que a directivos, jugadores y a la afición no les importa. Lo único para lo que sirven es causar problemas viales, complicar la llegada al estadio de los que sí tienen boleto para el partido, utilizar elementos policiales que bien podrían estar trabajando en asuntos de mayor importancia.

Volviendo al lamentable suceso del domingo, ahora se decide tomar medidas. Ambas directivas, Tigres y Rayados se reúnen con el Gobierno del Estado. A mí en lo personal, las medidas me parecen frías, muy suaves. Uno podría pensar que hasta miedo les tienen a las barras. Es probable que a los seres violentos no haya cómo hacerlos entender la fiesta del futbol; necesitan “castigos” o “consecuencias”. De acuerdo, y ¿dónde están esas consecuencias?

Bien, las directivas y la liga tienen el sartén por el mango porque ya existen los antecedentes de violencia. Y sin embargo, ¿“sólo” prohíben las caravanas? Me rehúso a pensar que no puedan aplicar la solución tajante de NO BARRAS. Si tienen las bases de datos, aproximadamente 2000 en cada barra (La Adicción y Libres y Lokos), ¿por qué no negarles la entrada? ¿Discriminación? Cuando un grupo “pequeño” pone en riesgo la integridad de una masa de personas, me atrevo a decir que no es discriminación sino sentido común.

Otras medidas son:
– Moderar los comentarios en medios mediante un comité. Moderar, ok. Buena suerte con las redes sociales… El fondo puede ser bueno, pero no veo práctica su aplicación.
– Prohibidas las barras visitantes. Sí, porque como no podemos promover el respeto y la armonía mejor como niños castigados les decimos que no.
– Las barras podrán existir si están registradas y reguladas. Pero no dan información de cómo se seguirá este procedimiento. ¿Cómo se van a registrar? ¿Van a tener límite de integrantes? ¿Cuáles van a ser las reglas? ¿Quién va a hacer las reglas?

No estoy en contra de ponerle sabor a la rivalidad, la competitividad es buena. Pero siempre sin perder respeto, sólo por el bien del juego, del entretenimiento, del folkor “carrilla” del mexicano. Hasta ahí. Punto.

Los jugadores han demostrado que dentro de la cancha son rivales, pero termina el juego y son como nosotros. Se van con sus familias, abrazan a sus hijos, celebran un cumpleaños, etc. A veces hasta se reúnen entre ellos. Y ellos son los que están dentro de la cancha “trabajando”. Ellos no quieren “matar” al rival. A final de cuentas, son colegas.

A modo de conclusión, me gusta la iniciativa de tomar medidas contra el problema de las barras; sin embargo, estas primeras medidas me parecen faltas de autoridad.

El futbol es un deporte, un entretenimiento familiar, y como tal hay que mantenerlo antes de que sea demasiado tarde y los estadios estén llenos de barristas en vez de familias y aficionados.